El uso de productos ergonómicos domésticos mejora el confort, aumenta el rendimiento y previene la aparición de enfermedades relacionadas con la mala higiene postural y con las condiciones ambientales inadecuadas: lumínicas, acústicas y termohigrométicas (calidad del aire).
Para que un producto pueda ser considerado ergonómico, éste deberá tener un diseño pensado y adaptado a nuestras capacidades y limitaciones: físicas y psíquicas.
Aunque los productos con prestaciones ergonómicas ya están presentes en el diseño de las primeras herramientas creadas por nuestros antepasados, el diseño de productos ergonómicos con criterio científico-técnico tiene su origen en el ámbito militar. Posteriormente se incorporó en el mundo laboral, buscando la productividad a partir de condiciones de trabajo eficientes, confortables y saludables.
Actualmente, muchas empresas desarrollan sus productos, equipos o materiales bajo criterios ergonómicos que mejoran nuestro día a día, haciendo nuestra vida más fácil, confortable y saludable.